Habiendo sido yo quien había provocado la tormenta, pensé que era a mí a quien tocaba hacer un esfuerzo para disiparla. No era posible que todos los días estuvieran así de taciturnos y malencarados ni que, por muy avinagrado que tuvieran el carácter, aquella antipatía de que hacían gala fuera su actitud habitual.
-Es curioso- empecé a decir mientras acababa mi taza de té y me dejaba servir la segunda- hasta qué punto la rutina puede llegar a conformar nuestros gustos y pensamientos.
Una de las obras maestras de la narrativa en lengua inglesa... No me canso de leerla. Gracias Emily!

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